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A ContraLuz

Dicen las paredes.

Dicen las paredes.

Grafiti en La Plaza del Congreso, Buenos Aires, Argentina, por Hanneorla.

En la pared de un váter público:

Si es posible militarizar a los civiles, ¿por qué no, civilizar a los militares?

Y entonces me he acordado de algunas de las verdades que Dicen las paredes en el Libro de los abrazos, de Eduardo Galeano:

 En el sector infantil de la Feria del Libro, en Bogotá: El locóptero es muy veloz, pero muy lento.

A la salida de Santiago de Cuba: Cómo gasto paredes recordándote.

Y en las alturas de Valparaíso: Yo nos amo.

En Buenos Aires, en el puente de La Boca: Todos prometen y nadie cumple. Vote por nadie.

En Bogotá, a la vuelta de la Universidad Nacional: Dios vive.

Y debajo, con otra letra: De puro milagro.

Y también en Bogotá: ¡Proletarios de todos los países, uníos!

Y debajo, con otra letra: (Último aviso.)

En pleno centro de Medellín: La letra con sangre entra.

Y abajo, firmando: Sicario alfabetizador.

En la ciudad uruguaya de Melo: Ayude a la policía: tortúrese.

Pura inteligencia, la del grafito del pueblo.

Hermosas miradas.

Hermosas miradas.

 

Hace unos días, fui al cine a ver Elegy, de Isabel Coixet. La película me gustó. No más que Cosas que nunca te dije, Mi vida sin mí o La vida secreta de las palabras, acaso porque esta vez el guion no era suyo; pero me gustó.

De todas formas, no pretendo escribir aquí una crítica cinematográfica. Sucede que, al acercarme a la taquilla para comprar las entradas, leí, en el cartel que promociona el filme, la frase publicitaria que le sirve de eslogan:

Campo de Amapolas, por Alfonstr.

La belleza está en los ojos de quien la mira.

Las palabras sonaban a música conocida, pero —bendita memoria mía, una vez más— no acertaba a saber por qué.

En más de una ocasión me han vuelto a la memoria y, en una de ellas, el azar quiso que estuviese frente al pecé, esto es, con San Google a mano dispuesto a milagrear. No obstante, tras probar algunas búsquedas, el resultado casi siempre fue "autor anónimo" —salvo aquellas referencias que aludían, de manera improbable, al pensador español Manuel de la Revilla—. Y yo quería recordar que la expresión tenía paternidad reconocida.

Hoy, por fin, en uno de esos tantos papelitos garabateados con que acostumbro a llenar la carpetilla que siempre viaja conmigo,  leo:

La mitad de la belleza depende del paisaje; la otra mitad, de quien lo contempla (Lin Yutang).

La versión anónima que sirve de reclamo y motivo a la película quizá sea más expresiva y, por tanto, más efectiva; pero la del escritor chino está en condiciones de acercarse más a la realidad.

Aun así, echándole un último vistazo a la fotografía que ilustra esta entrada, antes de ser publicada, se me ocurre que esos porcentajes del cincuenta por ciento son susceptibles de multiplicidad, variables. En la intimidad de la mirada de Alfonstr al campo de amapolas, el paisaje regalaba claramente su mitad y la mirada del fotógrafo, la suya. El resultado es, indudablemente artístico, y, como quiera que el arte es sujeto de contemplación, si yo o cualquiera otro admiramos la imagen elaborada, ¿cuál será entonces la relación porcentual? La nueva mirada ofrecerá su mitad y la fotografía, la suya. Sin embargo, en este nuevo cincuenta por ciento, lo regalado por el paisaje no supone ya ni un veinticinco.

De todos modos, en lo que a mí me va: ¡qué bien voy a poder dormir esta noche, habiendo descubierto en mi carpetilla a Lin Yutang!

Llave & Key.

Llave & Key.

Los amigos están, tanto como para dejarse querer, para quererlos. Y últimamente me da por pensar que, a los míos, no los cuido lo suficiente, a fuerza de no dejarme cuidar.

Me da miedo que, del mismo modo que se me quedan para siempre en el alma, se me queden también en el camino. Que, de no buscarlos, los acabe perdiendo.

Hace unos días, añadí una máxima de Epicuro, a todas luces veraz, en la cabecera de esta bitácora. Y esta máxima, cabe cumplirla; no sólo aguardar a que se cumpla. Hoy espero haber empezado.

Este viernes, la lluvía caía de color.

Bendita sinceridad.

Bendita sinceridad.

Hace un tiempo recibí de mi amiga Sara esta fotografía.

En fin... 

...¡¡¡ País !!!,

que diría Forges.

Peperos Escozíos & Bono Jovi.

Peperos Escozíos & Bono Jovi.

Con perdón de Los Mojinos Escozíos (que hay analogías que escuecen), he aquí la imagen con que Belén y Pedro, de la risa, consiguieron reventarme quijadas e ijadas.

Acebes y Aznar no consiguen tirar el pego; Zaplana e incluso Fraga apuntan maneras; sin embargo, de Rajoy podría decirse que lleva tatuado en sus reales "Nasío pal Rock".


Vale. Que no se me acuse de sectario izquierdoso... He buscado un poquito y San Google me ha encontrado esta otra, de una elocuencia visual harto más peripatética:

Maig d'amor (Gerard Vergés).

Maig d'amor (Gerard Vergés).

Pino silvestre III, de Trebol-a (tomada en Terriente, Aragón).

Són certes les paraules que vam dir-nos,
certa la primavera del teu cos
i cert l’espill d’amor dels teus ulls negres.

Suau plovia sobre el bosc tendríssim
de pins i diminutes margarides.
Sols el silenci, sols nosaltres sols.

D’aquí a molts anys potser recordaràs
que algú, algun dia, et va estimar moltíssim.
I et pujarà a la gola una dolçor
com una immensa mel, com una música.
La mateixa dolçor que ara jo sento
recordant-te en la meva soledat.

Res no val tant com un instant d’amor.


MAYO DE AMOR
(Gerard Vergés).

Son ciertas las palabras que nos dijimos,
cierta la primavera de tu cuerpo
y cierto el espejo de amor de tus ojos negros.

Suave llovía sobre el bosque ternísimo
de pinos y diminutas margaritas.
Sólo el silencio, sólo nosotros solos.

De aquí a muchos años acaso recordarás
que alguien, algún día, te amó muchísimo.
Y te subirá a la garganta una dulzura
como una inmensa miel, como una música.
La misma dulzura que ahora yo siento
recordándote en mi soledad.

Nada vale tanto como un instante de amor.

Horses.

Seguro que no aterrizo en París antes del 22 de junio. La Fundación Cartier cerrará, pues,  las puertas de su exposición Land 250 sin incluirme en sus estadísticas de visitas. ¡Tantas cosas se pierde uno!

Es igual, la poetisa del punk rock me vale para escribir un par de renglones de negro sobre blanco rugoso de nostalgia.

Hubo en mi vida un todavía tierno entonces en que tenía la edad temprana como para quedarme en las casetas del tiro o en los futbolines ambulantes de la feria dilapidando los estertores del verano. Y sin embargo, lo que hice fue dilapidar los estertores de mi penúltima inocencia entrando por primera vez en una discoteca. Allí, sobre una psicodélica pradera de flashes y luces de colores cambiantes, galopaban libres los caballos de la Smith.

Pocos años después, me ganaba mis primeros escasos duros pinchando discos en esa misma discoteca. El primer sencillo que hice sonar —no pude resistirme— fue "Horses". Con aquellos caballos, me sentía más jockey que disc jockey. Y llené la pista de flashes y luces de colores cambiantes. Indefectiblemente, a partir de entonces, cada sesión de cabina la iniciaba con este tema, cuando la pista estaba aún vacía. Era mi puesta a punto particular.

Hoy, más allá de la mera evocación, sus acordes guardan todavía algo de ese poder proustiano que tienen algunas magdalenas.

Apunte sobre la estupidez.

 

Recientemente se descubrió un archivo audiovisual ínedito en el que el genio por antonomasia del siglo XX, Albert Einstein, aparece junto a la pequeña Stephanie, hija de su contador y amigo Leo Mattersdoff, durante una reunión realizada en su casa de Princeton, en 1943.

Las imágenes, capturadas en 16 mm. y transferidas para vídeo con los oportunos ajustes en color, las conocemos todos ya gracias a que están siendo usadas por una conocida marca de coches para anunciar su nuevo modelo ecológico. De añadidura y como apoyo a su eslogan Un poco menos estúpido con el medio ambiente, el corte publicitario expone un apotegma del científico que, si ya era célebre, celebérrimo ha de ser en adelante:

Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro.

Huelga advertir de la perfidia de la publicidad, de cómo logra, manipularnos y hacer de nosotros títeres consumistas y bla, bla, bla. No obstante, me gusta el uso de la atenuación en que los publicistas han dado al decir Un poco menos estúpido y no Un poco más inteligente, donde la rima con el medio ambiente jugaría a favor de la retención memorística que todo eslogan persigue, aunque la vinculación con la cita de Einstein sería algo menos directa.

No sé si no debiera de comprarme el cochecito de marras. Es que me da no sé qué resignarme a ser estúpido. Porque lo soy; Einstein dixit. Y no sólo Einstein; en realidad, la sabiduría popular me lo dice al sentenciar que El número de tontos es infinito. No puede ser de otra manera, ¡si Dios mismo ya es de esa opinión!: Stultorum infinitus est numerus, reza el "Eclesiastés" (1,15).

Acabo de leer un fragmento de "Las quinientas apotegmas", de Luis Rufo  (1646), donde su autor logra reducir el número infinito de necios a sólo tres categorías : leños, majaderos y badajos. Y, por momentos, he sabido reconocerme en cada uno de ellos. ¡Ay!

De todas formas, se me antoja remedio caro eso de tener que comprar un coche. Voy a ver si encuentro otros con que lograr que mi estulticia supina no alcance los grados de la idiocia irremediable.

Por ejemplo, dejar de escribir artículos vanos como éste.

Se admiten consejos. Y me despido, que Al buen callar llaman Sancho.

23 de abril.

23 de abril.

Que hoy celebremos el día del libro y el día de la rosa tiene, como todo en esta vida (salvo acaso la trayectoria de mi querido Barça en la liga), una explicación. O, para ser más exactos, dos.

La primera atañe a la rosa y nos habla de un legendario Sant Jordi, una legendaria princesa y un legendario y malogrado dragón, de cuya sangre derramada al morir brotó un rosal. La princesa y el caballero no vivieron felices ni comieron perdices; pero, como quiera que antes de volver grupas, Sant Jordi obsequiase a la regia doncella con la rosa que más refulgía bajo el sol su bermellona hermosura, hoy, día de este santo patrón, los catalanes acostumbramos a regalar rosas a las mujeres que amamos.

 La segunda explicación atañe al libro y, aunque no legendaria sino real, contiene algún engaño. El Día Internacional del Libro debe su fecha conmemorativa a la casualidad de que quienes han llegado a ser los escritores más universales, Miguel de Cervantes y William Shakespeare, falleciesen un 23 de abril de 1616. Sin embargo, cabe saber que tal fecha señala días en realidad distintos. Efectivamente, en aquel año de 1616 regían en España e Inglaterra calendarios distintos. Mientras que aquí se había adoptado ya el calendario gregoriano, acullá continuaba en vigor el juliano. Si consideramos que el desfase temporal que el nuevo calendario intentaba enmendar era de diez días, ha de concluirse que el autor de Hamlet falleció (según fecha gregoriana) el 3 o el 4 de mayo. Pero poco importa esto; después de todo, en rigor, Cervantes tampoco murió aquel 23 de abril de 1616, sino que tal fue el día de su entierro. En realidad, había fallecido el día anterior.

En fin: razones imperfectas para un día perfecto.

Us desitjo a tots una feliç diada

¡Ah!, i

Força Barça!

Món llibre 2008.

Món llibre 2008.

Mis lectores favoritos: Biel y Clàudia.

Magia, títeres, cine manga, ceras de colores, pecés, tebeos, cuentos... Lo que sea necesario para descubrir cómo el halo de la luna se nutre de lágrimas humanas. O cómo la pesadilla que mora tras la oscuridad de tu armario entornado acaba arropándose bajo tu manta y tu consuelo. O cómo una desvalida niñita transforma a tres misántropos bandidos en filántropos pioneros. O cómo una vez, no hace mucho tiempo, parece ser que hubo un oso en tierra de leones. O cómo una araña, un pájaro, un gato, un perro, una cabra y una vaca invierten el sentido de las muñecas rusas e intentan rescatar a la mosca que la abuelita se tragó... O cómo Don Quijote o Tirante El Blanco son también héroes infantiles.

Libros y más libros, en fin, para disfrutar de un festivo e infantil domingo barcelonés, antesala de Sant Jordi.

Y llovió tan poquito, tan poquito, que nada se aguó: ni el suelo ni la fiesta.

Hasta el año que viene, por supuesto.

El Pau.

El Pau.

K' WAPUUU!!!

Una furtiva lágrima.

Una furtiva lágrima.

Cuando realicé mi primer curso informático, incluido en el programa de formación permanente que el Departament d’Educació (por entonces aún d’Ensenyament) prevé anualmente para el profesorado, hasta el más simple bit me emocionaba; un octeto podía llegar a ser ya orgasm... En fin, era todo un mundo nuevo, vasto, sin más fronteras que las que mi ignorancia y mi impericia imponían, lo cual no es decir poco.

Suelto este rollo porque, entre el caos (del que nunca saldrá un orden) de archivos que reina en mi pecé, he dado hoy con el gif que preside estas líneas y que descubrí en aquel entonces. Total, que me gustó y me he querido dar el gusto de ponerlo aquí y ya está... ¡Si es que soy un redomado hortera!

Para compensar, traigo de YouTube algo que también me gusta mucho.

Mario Lanza (hay quien dirá que es una debilidad mía) interpreta a Nemorino y canta:

Una furtiva lagrima
negli occhi suoi spuntò,
quelle festose giovani
invidiar sembrò.
Che più cercando io vo?
Che più cercando io vo?

M’ama, sì, m’ama, lo vedo, lo vedo!

Un solo istante i palpiti
del suo bel cor sentir!
I miei sospir confondere
per poco ai suoi sospir!
I palpiti, i palpiti sentir,
confondere i miei coi suoi sospir!

Cielo, si può morir...!
Di più non chiedo, non chiedo.
Ah! Cielo, si può, si può morir...!
Di più non chiedo, non chiedo.
Si può morir...
Si può morir d’amor!

Básicamente: Una furtiva lágrima en sus ojos despuntó, a aquellas alegres jóvenes envidiar pareció. ¿Qué más buscando voy? Me ama, sí, lo veo. ¡Un solo instante los latidos de su hermoso corazón sentir! Mis suspiros confundir por poco con sus suspiros. Los latidos sentir. ¡Cielos, se puede morir...! No pido más. No pido más, no pido. Se puede morir... ¡Se puede morir de amor!

Benvingut, Pau.

Benvingut, Pau.

Acaba de néixer un angelet de la pau (això d’Àngel ja li ve del pare i Pau del consens antroponímic final de mare i pare).

Diuen que els nadons vénen amb un pa sota el braç, tot i que no és un pa d’àngel (d’això s’encarrega després l’Església). Qui sap si potser a aquelles terres fins i tot et vénen amb la paella mixta a sobre. El que és ben segur és que en Pau ha arribat carregat d’uns quants somriures: un per la mare, un pel pare... i un també per mi.

Ah!, i encara amb el pa sota el braç (potser fins i tot amb la paella) m’ha escrit aquest sms que acabo de rebre:

Hola, sóc el Pau.

He nascut a les 7.23 h.

He pesat 3 kg. i sóc un dormilega.

B7s.

¡¡¡Moltíiiiiiiiissimes felicitats, Pau i papis!!!

¡Por fin!

¡Por fin!

Gota de agua (acuarela con lápiz previo), de Juan Blanco.

Dios aprieta, pero no ahoga. Dada la pertinaz sequía en la que nos encontramos, parece hasta de mal gusto traer aquí el dichoso refrán. Pero es que, por fin, se nos moja la tierra y, sobre todo, se enriquecen algo las cuencas de los ríos.

¡Que alguien como yo haya de alegrarse por un día lluvioso..! ¡Tie güevos la cosa! La lluvia me puede, no logro evitarlo; se me ensombrece el semblante. Y, aun así, quiera Dios (que dijo el agnóstico) que vengan muchos más días como éste. Necesitamos esas mil aguas del mes de abril, que nos canta el refranero.

La Mola mola.

La Mola mola.

Perdón. No he sabido resistirme al juego de palabras facilón.

Hacía tiempo que las circunstancias nos impedían un día que poder dedicarnos. La amistad nos nace a todos en los adentros y no entiende de leyes físicas, de modo que transgrede la simplicidad de las coordenadas espacio-temporales: los amigos lo son siempre. Aun así, la amistad cobra su pleno sentido en las ocasiones en que podemos sacárnosla del bolsillo del alma y compartirla en un café, en una charla o en una ascensión de 1.104 m. a La Mola.

Hace unos años vi una divertida e ingeniosa comedia protagonizada por Hugh Grant, El inglés que subió una colina pero bajó una montaña. En ella se dirimía la catalogación de una elevación natural del terreno como colina o como montaña. En la realidad, al menos en la de por estas latitudes, la diferencia entre una y otra categoría es sumamente vaga, carece de precisión métrica. De modo que no sé si subimos la una o la otra. Pongamos que sea montaña, qué más da. Lo indudable es que dos generaciones de vallesanos la coronamos y contrarrestamos el frío de un domingo de incipiente primavera con el calor de la amistad.

(No sé... Ahora pienso que me ha quedado cursi el final.)

(Pero cierto.)

Nuevo fragmento heroico.

Nuevo fragmento heroico.

Tras Marta, yo también elijo mi fragmento. Espero que os guste.

Me he comprado un mapa de carretera. Lo he estudiado cuidadosamente, y sé que hay al menos siete caminos distintos por los que podrías volver a casa. Si me llamas, puedo decirte cuáles son los más seguros. Ya sabes que la mitad de las carreteras están en obras, así que hay que andarse con cuidado. Cuando te fuiste, estabas sola, pero puedes contar conmigo para el viaje de vuelta. Ten cuidado con las ruedas, porque las llantas han perdido el dibujo y en esta época del año llueve mucho. No conduzcas de noche, porque la música de la radio puede dejarte dormida, y sobre todo vigila la temperatura del agua, porque tu coche se calienta demasiado.

Ahora me arrepiento de haberte aconsejado un coche usado, pero nos iban tan mal las cosas que me parecía lo menos arriesgado. Me gustaría que tuvieras un coche nuevo y que viajases siempre por carreteras bien iluminadas y que no lloviese todos los jodidos días, porque hay al menos siete caminos distintos por los que podrías volver a casa, y me gustaría que pudieses encontrar alguno.

Un mal ejemplo.

Un mal ejemplo.

¡ Por Dios! ¿Cómo es posible tamaño descaro? Somos seres sociales y nuestras actitudes, insospechadamente, son constante modelo y ejemplo, positivo o negativo, para los demás.

Pues nada, ahí lo tienen, tan pancho el tío, sin que le duelan prendas por su total falta de ética. A sus años, la vida ya le debiera haber enseñado lo inadecuada (más me vale no sacar mi ira de los límites del eufemismo) que resulta su irresponsable puesta en escena. ¿No acertará acaso a comprender que por su vera bien pudiera pasar un chiquillo o una chiquilla? ¿Y entonces qué? Ese chiquillo o esa chiquilla leen el cartel y luego, en la escuela, costará Dios y horrores enseñarles que no, que máquinas es término proparoxítono y que, por ende, ha de escribirse necesariamente con tilde en la antepenúltima sílaba; que, ante el sonido vocálico /i/, la conjunción copulativa (y) se sustituye por su variante contextual (e); y que ir se escribe sin hache, pues ya nos enseñó Jardiel Poncela que sólo las cosas importantes se escriben con ella: hijo, hambre, hombre, honra... (por eso Amor se escribe sin hache, mucho menos ir, claro).

Espero que sea evidente el hecho de que éste ha sido un comentario de tono desenfadado. No se me escapa la tragedia social que subyace a la escena que la imagen refleja: al cabo del día, con suerte, nuestro singular pedigüeño sólo habrá hecho acopio de unas cuantas monedas como para jugárselas a las máquinas. Precisará de una suerte mayor para que en las tragaperras acierte con un buen premio. Sólo entonces, el pobrecillo logrará ir de vulpinas señoras. Salvo que, dado lo avanzado de su edad, necesite además costearse unas azuladas pildoritas (¿O nuestro sistema universal de Seguridad Social se encarga ya de ello?)

En fin.

Fragmento heroico.

Fragmento heroico.

Libres, al fin. Por EseLoKo. 

Durante el curso pasado, Marta Bouso, una de esas alumnas que siempre deseas encontrar al iniciar un nuevo curso, me escribió unas líneas en las que se leía: Juanjo, no te envío esto por ningún motivo concreto. No pretendo que lo leas en clase ni que lo publiques en la Intranet (red interna con la que nos las habemos de ver a diario en el instituto en pos de la integración de las TIC). Simplemente te lo envío porque siempre que lo leo, me hace sonreír... Quizás te haga sonreír a ti también.

Con esto, Marta se refería a un fragmento de los Héroes de Ray Loriga. Y ya lo creo que sonreí con él. Pero lo que me llamó más la atención fue que Marta había escrito siempre que lo leo. Aún recuerdo el vuelco que me dio el corazón al pensar que a tan temprana edad pudiera haber alguien que ya tuviera sus renglones literarios preferidos, a los que volver una y otra vez. Cierto es que a poco descubrí que Marta no era rara avis. Las buenas gentes del bachillerato egarense están teniendo por costumbre concederme no pocas alegrías.

Ni qué decir tiene que el texto lo leímos en clase a gusto de todos. Espero, asimismo, que también lo sea ahora del vuestro:

Conocí a un chico que era alérgico al polen y al polvo y al serrín y al humo provocado por combustión de carburantes y a las ensaladas y a los gatos y a las ballenas y a las fibras sintéticas y a uno de cada dos medicamentos. Era uno de esos chicos que no hablan con nadie. Parecía uno de los que viven en campanas de cristal, pero era alérgico a las campanas de cristal, así que tenía que enfrentarse con todas sus alergias. Llevaba sus alergias encima como un viajante de comercio lleva sus maletas. Demostró legalmente que era alérgico a sus padres, así que sus padres tuvieron que darle una pensión vitalicia sin disfrutar a cambio del consuelo de agujerear sus zapatos con sus propias desgracias, además él ni siquiera llevaba zapatos porque era alérgico a la piel y al caucho. Le hicieron unos zapatos de madera pero a él le pareció que era como andar con dos ataúdes chiquitos en los pies, así que los tiró por la ventana. Una chica que pasaba por la calle recogió los zapatos, y como nunca había visto unos zapatos tan raros subió a ver de quién eran. El chico abrió la puerta y la chica entró, los dos se miraron un rato y los dos eran guapos, y los dos llevaban solos demasiado tiempo, así que se abrazaron un poco a ver que pasaba y resultó que la chica iba vestida con fibras sintéticas y tenía ojos de gato, y estaba gorda como una ballena y tenía polen en el pelo y serrín en el cerebro y antibióticos en los dedos y ensalada en la falda y un motor de explosión que le ayudaba a subir las escaleras. El chico se murió con una estúpida y gigante sonrisa de felicidad en la cara.
Cuando me desperté estaba seguro que podía aprender algo de ese sueño pero no sabía qué coño podría ser.

Decíamos ayer...

Decíamos ayer...

Todos nos sabemos tres o cuatro chascarrillos interesantes, curiosidades que nuestro entendimiento nos ha ido procurando desde el ámbito de las ciencias o de las humanidades. Y con ellos gustamos deslumbrar a nuestros contertulios, amenizando inteligentemente cualquier conversación que nos brinde la oportunidad. Creo que fue Einstein quien dijo que todos somos muy ignorantes; lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas. No es, pues (si la ocasión está brindada), la pedantería la que nos mueve a estos lances, sino satisfacer el deseo de compartir conocimiento.

Digo esto porque más de uno me habrá oído alguna vez dar esta explicación acerca de Fray Luis de León, que, junto con otras imprecisiones históricas, hace ya casi tres lustros aprendí de un librito de Pedro Voltes.

Verbigracia, en cierta ocasión, un colega de Departamento me dijo que, al iniciarse un nuevo curso académico, acostumbraba a comenzar sus clases de bachillerato con el espíritu renacentista y salmantino que da el traer a colación la celebérrima expresión decíamos ayer. Le dije que me parecía estupendo, claro, pues cualquier ocasión ha de ser buena para que un alumno acreciente su acervo de culturilla general: nunca se sabe; un buen día pueden presentarse a uno de tantos concursos que pululan por las rejillas de la programación televisiva, infestándola, y la diferencia entre continuar o ser eliminado puede estar en una anécdota sobre Fray Luis. Con todo, advertí a mi buen colega de que, en la buena voluntad de su cita, no se encontraba ni el rigor histórico de la misma ni el espíritu tergiversado con que la tradición la ha hecho llegar hasta nosotros.

Dicebamus hesterna die son las palabras que la tradición histórica pone en boca de Fray Luis, al retomar éste sus clases en la universidad salmantina, tras cuatro años de encarcelamiento por un proceso inquisitorial en el que se le acusaba de prestar más atención al texto hebreo de la Biblia que a la Vulgata (¡qué descarrío ovino, Señor, el de aquellos humanistas!) Hay, pues, en la intención de este decíamos ayer una acre ironía que declara el triunfo interior del catedrático y vehicula con elegancia el desprecio hacia quienes lo calumniaron, lo persiguieron y lo procesaron. Así, citar de tal modo a Fray Luis implica estar retomando quehaceres o menesteres largamente interrumpidos, pero despreciando, más que el tiempo transcurrido, las razones de la interrupción.

Las merecidas vacaciones de los alumnos, sin duda, no merecen desdeño por parte del profesor; antes bien, aprecio por parte de quien , a fin de cuentas, las comparte. A esto me refería al aludir a la tergiversación de espíritu.

Por otro lado, cabe saber que, en rigor, la expresión de Fray Luis no fue dicebamus hesterna die, sino dicebamus externa die, por lo que debería traducirse como decíamos tiempo atrás. Demasiadas veces, la realidad es más prosaica de lo que pretendemos, de ahí que a menudo la modifiquemos. No es que el docto sabio salmantino no estuviese dotado del ingenio necesario para el irónico decíamos ayer; pero su genio era más sosegado, más suave y tierno y, sobre todo, los tiempos que corrían y el entorno en que se hallaba no invitaban a provocaciones, como demuestra el hecho de que en 1582, diez años después de iniciarse el primer proceso contra él, fuese nuevamente procesado por la Inquisición. Sin duda, en 1576, hubo en la célebre frase más bien una dosis de prudente cautela que de silente desdén.

Día internacional de la poesía.

Para todo hay siempre un Día Internacional. Desde el año 2000, cada 21 de marzo está dedicado a la poesía. No sé qué grado de fomento habrá hacia los poetas noveles a partir de esta iniciativa...; mal no ha de hacer, eso es seguro. Aunque yo, como Bécquer, pienso que la poesía existe en sí misma.

RIMA IV

No digáis que, agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.

Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas,
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista,
mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías,
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!

Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista,
mientras la humanidad siempre avanzando
no sepa a dó camina,
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!

Mientras se sienta que se ríe el alma,
sin que los labios rían;
mientras se llore, sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan,
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!

Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran,
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira,
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas,
mientras exista una mujer hermosa,
¡habrá poesía!  

Y tras la teoría, claro, el poeta llegó a la práctica.