Hace unos días, fui al cine a ver Elegy, de Isabel Coixet. La película me gustó. No más que Cosas que nunca te dije, Mi vida sin mí o La vida secreta de las palabras, acaso porque esta vez el guion no era suyo; pero me gustó.
De todas formas, no pretendo escribir aquí una crítica cinematográfica. Sucede que, al acercarme a la taquilla para comprar las entradas, leí, en el cartel que promociona el filme, la frase publicitaria que le sirve de eslogan:
Campo de Amapolas, por Alfonstr.
La belleza está en los ojos de quien la mira.
Las palabras sonaban a música conocida, pero —bendita memoria mía, una vez más— no acertaba a saber por qué.
En más de una ocasión me han vuelto a la memoria y, en una de ellas, el azar quiso que estuviese frente al pecé, esto es, con San Google a mano dispuesto a milagrear. No obstante, tras probar algunas búsquedas, el resultado casi siempre fue "autor anónimo" —salvo aquellas referencias que aludían, de manera improbable, al pensador español Manuel de la Revilla—. Y yo quería recordar que la expresión tenía paternidad reconocida.
Hoy, por fin, en uno de esos tantos papelitos garabateados con que acostumbro a llenar la carpetilla que siempre viaja conmigo, leo:
La mitad de la belleza depende del paisaje; la otra mitad, de quien lo contempla (Lin Yutang).
La versión anónima que sirve de reclamo y motivo a la película quizá sea más expresiva y, por tanto, más efectiva; pero la del escritor chino está en condiciones de acercarse más a la realidad.
Aun así, echándole un último vistazo a la fotografía que ilustra esta entrada, antes de ser publicada, se me ocurre que esos porcentajes del cincuenta por ciento son susceptibles de multiplicidad, variables. En la intimidad de la mirada de Alfonstr al campo de amapolas, el paisaje regalaba claramente su mitad y la mirada del fotógrafo, la suya. El resultado es, indudablemente artístico, y, como quiera que el arte es sujeto de contemplación, si yo o cualquiera otro admiramos la imagen elaborada, ¿cuál será entonces la relación porcentual? La nueva mirada ofrecerá su mitad y la fotografía, la suya. Sin embargo, en este nuevo cincuenta por ciento, lo regalado por el paisaje no supone ya ni un veinticinco.
De todos modos, en lo que a mí me va: ¡qué bien voy a poder dormir esta noche, habiendo descubierto en mi carpetilla a Lin Yutang!