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A ContraLuz

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Recesionismo.

Recesionismo.

Fotografía: MIGUEL PEREIRA.

El lunes por la mañana, a una hora todavía demasiado temprana, la luna llena, con su lorquiano polisón de nardos, pugnaba por desprenderse del neblinoso cendal que la traslucía. Era la última batalla que se libraba en el cielo antes de que la noche hiemal rindiese su reino a manos del amanecer.

(¡Qué aberrante ampulosidad! Ustedes me perdonen).

A esa justa hora, en la radio del coche, alguien hablaba de recesionismo y yo tardé en darme cuenta de que ese recesionismo a que se hacía referencia no era exactamente el que cabría esperar como tema radiofónico en estos tiempos de hartura de crisis.

El recesionismo, según el diccionario, no existe. Claro, ni falta que hace; ya existe la recesión y, para desgracia de todos, no sólo en el diccionario. Ahora bien, como en su día se diese un modernismo, que hizo de la modernidad estilo, o un vanguardismo, que de la vanguardia hizo lo propio, parece ser que, mutatis mutandis —Dios me perdone el atrevimiento analógico—, hay quienes hoy en día pueden llegar a hacer de la recesión moda.

Hasta ahora, estábamos habituados a que el capitalismo, con su acostumbrada perversión, cual funesto e infalible Midas, convirtiese en moda cuanto tocase. Verbigracia, el movimiento jipi fue reducido a pantalones de campana, camisas estampadas y paredes interiores de papeles pintados floreados; la rebeldía revolucionaria del "Che" ha sido reducida, finalmente, a simple icono para chapitas, fundas de móviles o estampados de camisetas. Y así ad æternum.

Ahora, no el capitalismo exactamente, pero sí las esposas de sus hijos predilectos, moldean a su antojo y provecho, cual simple plastilina, la férrea recesión que a los de a pie nos atenaza. Lo chic, el no va más, de doña señora de tal ya no es despilfarrar mil euros en un trapito, último diseño de moda del diseñador de moda más de moda; ahora, doña señora de tal se patea las calles a la caza y captura del trapito resultón, ganga entre gangas, cuyo coste podría permitírselo hasta la mal pagada chacha dominicana.

Deplorable, sin duda, pues doy por cierto eso de que la intención es lo que cuenta, y no me cabe la menor duda de que doña señora de tal no trata de predicarnos con el ejemplo. Seguro que el abalorio resultón de turno lo compra tras haberle sacado humo al plástico en Gucci, Chanel, Versace o Dior. Y con lo uno y con lo otro lo que trata es de cultivar vanal y ligeramente la envidia de sus ligeras y vanas amistades.

Rebajas para vacas flacas.

Rebajas para vacas flacas.

’Escalada de céntimos’, por jnj.

Queja, en forma de duda razonable, de un radioyente: ¿Y por qué los gobiernos no inyectan dinero a las familias en vez de a los bancos?

Vale, seguramente sea inviable. Por ejemplo, aquellos cuatrocientos euros famosos de la devolución del fisco no habrán sido ni un simple granito en el colosal arenal de la macroestructura económica. Pero ¿y qué? Total, a la banca le están dando un dinero que no necesita: no olvidemos que no existe problema de liquidez, según dicen. O sea que se lo dan para que ellos lo presten, ¿no? Y no lo hacen, ¿no? —parece ser que uno de los grandes problemas en esta crisis es que el dinero ha dejado de circular—. En fin, pues que el Gobierno se ahorre al intermediario remolón y ya está..., ¡que tenemos que ir de rebajas! O no. Si vamos, reactivamos la economía por la vía comercial; si no, fomentamos el ahorro en tiempos de crisis, lo cual parecía ser la consigna oficial hasta ahora. Da gusto saber que uno no puede equivocarse. Los de a pie sufrimos la crisis; consuela saber —triste consuelo— que, al menos, no la causamos.

Y vete tú a saber por qué me he acordado yo ahora de lo que tan acertadamente recomendase Voltaire a propósito de los banqueros suizos, los cuales ya eran famosos en dieciochesca época. A saber, que si en alguna ocasión vemos a un banquero saltar por la ventana, saltemos también nosotros detrás, pues seguro que hay dinero que ganar de por medio.

Y es que, en tiempos de vacas flacas, las reses enjutas siguen siendo las mismas, pero más flacas; mientras que las gordas son las que se sientan en los bancos. Y no en los del parque, precisamente.

Pornografía intantil NO (Día Internacional de los Derechos de la Infancia).

No actualizo apenas en estos últimos tiempos —circunstancia que espero que cambie a más tardar..., en fin, un día de éstos—. No obstante, hoy es obligado hacerlo debido al compromiso con que decidiera unirme a la iniciativa de Vagón Bar y de Huella Digital contra la pornografía infantil en la Red.

El día de hoy no fue elegido al azar, sino por figurar en el calendario como el Día Internacional de los Derechos de la Infancia. Por ello, resulta inexcusable recordar lo que demasiado a menudo no se cumple: el decálogo de derechos. Y si no, vayan pensando en según que países o en según qué gentes o en según que circunstancias...

Hannah, en su Ser Rizomático, trae muy acertadamente a colación un proverbio africano que dicta que "para educar a un niño, hace falta la tribu entera". Todos somos miembros integrantes de la tribu y, sin embargo, todos incumplimos parte del contrato; unos por acción, otros por omisión.

 


Declaración de los Derechos del Niño, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1959:

Artículo 1º

El niño disfrutará de todos los derechos enunciados en esta declaración
Estos derechos serán reconocidos a todos los niños sin excepción alguna ni distinción o discriminación por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento u otra condición, ya sea del propio niño o de su familia.

Artículo 2º

El niño gozará de una protección especial y dispondrá de oportunidades y servicios, dispensado todo ello por la ley y por otros medios, para que pueda desarrollarse física, mental, moral, espiritual y socialmente en forma saludable y normal, así como en condiciones de libertad y dignidad. Al promulgar leyes con este fin, la consideración fundamental a que se atenderá será el interés superior del niño.

Artículo 3º

El niño tiene derecho desde su nacimiento a un nombre y a una nacionalidad.

Artículo 4º

El niño debe gozar de los beneficios de la seguridad social.
Tendrá derecho a crecer y desarrollarse en buena salud; con este fin deberán proporcionarse, tanto a él como a su madre, cuidados especiales, incluso atención prenatal y postnatal.
El niño tendrá derecho a disfrutar de alimentación, vivienda, recreo y servicios médicos adecuados.

Artículo 5º

El niño física o mentalmente impedido o que sufra algún impedimento social debe recibir el tratamiento, la educación y el cuidado especiales que requiere su caso particular.

Artículo 6º

El niño, para el pleno desarrollo de su personalidad, necesita amor y comprensión.
Siempre que sea posible, deberá crecer al amparo y bajo la responsabilidad de sus padres y, en todo caso, en un ambiente de afecto y de seguridad moral y material; salvo circunstancias excepcionales, no deberá separarse al niño de corta edad de su madre. La sociedad y las autoridades públicas tendrán la obligación de cuidar especialmente a los niños sin familia o que carezcan de medios adecuados de subsistencia.
Para el mantenimiento de los hijos de familias numerosas conviene conceder subsidios estatales o de otra índole.

Artículo 7º

El niño tiene derecho a recibir educación que será gratuita y obligatoria por lo menos en las etapas elementales. Se le dará una educación que favorezca su cultura general y le permita, en condiciones de igualdad de oportunidades, desarrollar sus aptitudes y su juicio individual, su sentido de responsabilidad moral y social y llegar a ser un miembro útil de la sociedad.
El interés superior del niño debe ser el principio rector de quienes tienen la responsabilidad de su educación y orientación; dicha responsabilidad incumbe, en primer término, a sus padres.
El niño debe disfrutar plenamente de juegos y recreaciones, los cuales deben estar orientados hacia los fines perseguidos por la educación; la sociedad y las autoridades públicas se esforzarán por promover el goce de este derecho.

Artículo 8º

El niño debe, en todas las circunstancias, figurar entre los primeros que reciban protección y socorro.

Artículo 9º

El niño debe ser protegido contra toda forma de abandono, crueldad y explotación.
No será objeto de ningún tipo de trata.
No deberá permitirse al niño trabajar antes de una edad mínima adecuada; en ningún caso se le dedicará ni se le permitirá que se dedique a ocupación o empleo alguno que pueda perjudicar su salud o educación o impedir su desarrollo físico, mental o moral.

Artículo 10º

El niño debe ser protegido contra las prácticas que puedan fomentar la discriminación racial, religiosa, o de cualquiera otra índole.
Debe ser educado en un espíritu de comprensión, tolerancia, amistad entre los pueblos, paz y fraternidad universal, y con plena conciencia de que debe consagrar sus energías y aptitudes al servicio de sus semejantes."

¡Por fin!

¡Por fin!

Gota de agua (acuarela con lápiz previo), de Juan Blanco.

Dios aprieta, pero no ahoga. Dada la pertinaz sequía en la que nos encontramos, parece hasta de mal gusto traer aquí el dichoso refrán. Pero es que, por fin, se nos moja la tierra y, sobre todo, se enriquecen algo las cuencas de los ríos.

¡Que alguien como yo haya de alegrarse por un día lluvioso..! ¡Tie güevos la cosa! La lluvia me puede, no logro evitarlo; se me ensombrece el semblante. Y, aun así, quiera Dios (que dijo el agnóstico) que vengan muchos más días como éste. Necesitamos esas mil aguas del mes de abril, que nos canta el refranero.

El vuelo de la gaviota.

El vuelo de la gaviota.

Fotografía tomada por Michbucana.

Este mediodía alguien me ha dado dos noticias; inevitablemente, una buena y otra mala. La buena era que apenas quedan tres días para que se acabe la precampaña electoral; la mala, que apenas quedan tres días para que comience la campaña electoral.

La imagen que acompaña estas palabras no es publicidad subliminal, huelga decirlo. Quería no olvidar esa hermosura tan mediterránea del vuelo azul de una gaviota. A poco, otros azules tras otras gaviotas vendrán a saturarme. Será entonces cuando piense que, en realidad, esta ave es carroñera. De momento, la mía dirige su vuelo hacia la izquierda.

Paredes de amor.

¿Quién, alguna vez, no ha escrito en una pared o inscrito en un árbol un te amo? No hace falta más, sin duda; pero qué hermosa, esta pintada de que habla Eduardo Galeano en su Libro de los abrazos: "Cómo gasto paredes recordándote".

Perdón por haber presupuesto sin derecho: acaso la pintada no refiera el amor a una mujer o a un hombre, sino a la patria, pues se halla a la salida de Santiago de Cuba.

Y, ya puestos, qué decir de esta otra, panamorosa, en las alturas de Valparaíso: "Yo nos amo".

Pues eso.

Himno de España.

El Himno de España, como es de sobra conocido, no posee letra oficial y algunos por ahí parecen estar dispuestos a hacernos creer que sin ella no somos nadie.

No se trata de un caso singular, el nuestro. Los británicos, sin ir más lejos, andan más alegales que nosotros con esto de los símbolos patrios acústicos. Su afamado God Save the Queen -o, en su caso, the King, según a quién pertenezcan las regias posaderas- no pasa de ser simple canción patriótica que la tradición ha elevado a la categoría de himno; empero, jamás ha recibido proclama oficial, ni Real ni parlamentaria. Aquí, al menos -aunque tampoco me importaría un ápice lo contrario- sí amparamos la partitura bajo disposición legal, cuya última actualización es el Real Decreto 1560/1997 de 10 de octubre.

Por otra parte, la carencia de letra tampoco es de extrañar. El origen de la Marcha Real, como se conoce el Himno español, no es sino un toque militar, la Marcha Granadera, que, en tiempos de Carlos III, inició su arraigo patriótico. Además, ni siquiera es tal la carencia, dado que ya en 1843, año en que Isabel II cumplía la mayoría de edad y juraba la constitución, el escritor Ventura de la Vega escribió sus particulares versos de Dios salve a la Reina. Más tarde, en tiempos de Alfonso XIII, vendría la modernista letra de Eduardo Marquina. Y, finalmente, tras la Guerra Civil, la de José María Pemán. Todo ello sin considerar otras versiones marginales y tan dispares como la carlista o la chocarrera del culo blanco y el detergente Ariel -sin duda, la más popular de entre todas-.

A mí, sinceramente, entre el origen castrense de la pieza y que me sabe -o suena- a Franco..., prefiero el Himno de Riego, que lo fuera de la España republicana y nacido ya con letra -no me refiero a la anticlerical, que tanta fortuna ha hecho, claro; no está el horno para tantos bollos-.

Y a santo de qué -no te sonrías, Mari Carmen- hablo yo del himno. Pues bien, es el caso, que un jurado al que el COE (Comité Olímpico Español) encargó seleccionar letra para el Himno Nacional, ha emitido recientemente su fallo: de entre las más de 2.000 composiciones presentadas a concurso, ha sido elegida la de Paulino Cubero, un culipardo -dicho sea con todo el respeto- de 52 años, metido a matritense y en paro. Esta es la letra:

¡Viva España! / Cantemos todos juntos / con distinta voz / y un solo corazón. ¡Viva España! / Desde los verdes valles / al inmenso mar / un himno de hermandad. Ama la patria / pues sabe abrazar / bajo su cielo azul / pueblos en libertad. Gloria a los hijos / que a la Historia dan / justicia y grandeza / democracia y paz.

Cada cual, por supuesto, tendrá su opinión. ¿La mía?: que se trata de una letra cursi. Bien lo dice el diccionario: "se dice de [una obra] cuando en vano pretende mostrar refinamiento expresivo o sentimientos elevados". Por suerte, parece que la letra ha sido compuesta para la versión breve del Himno; ¡Dios sabe cuántos lugares comunes y epítetos hueros se hubiesen podido llegar a suceder de ser más extensa!

En la Cadena Ser he recogido algunas opiniones interesantes de esas de cada cual.

La primera, la del propio autor: "No pretende ser algo que disgregue, sino el himno de una patria cotidiana, del día a día. Una letra para todo el mundo, incluso para los que no quieren himno". Se entiende que una letra nacida en este tiempo no pretenda ser lo que un Segadors o una Marsellesa; sin embargo, para el día a día, para lo cotidiano, mejor la lista de la compra que un himno.

La segunda, la de Artur Mas, presidente de CIU: "Con esa letra, me parece que no me veréis cantarlo demasiadas veces" (sic). ¿Con otra, sí? Claro, lo de "Respetamos el himno, pero no es el nuestro" lo deja para Joan Ridao, de ERC.

Otra, la de Gaspar Llamazares, me parece la más certera e ingeniosa -y no porque yo simpatice con los de las vocales débiles-: "Mejor quedarse con la música que ya nos ha costado tragar".

Y finalmente, cuando uno se fija en las opiniones y reacciones que se producen entre las gentes del deporte -en especial, entre los futbolistas-, uno empieza a pensar con preocupación que el disparate patriótico puede llegar a cuajar. Por ejemplo, a Gregorio Manzano, entrenador del Mallorca, la letra le parece preciosa. Y, lo que es peor, a Iker Casillas -y vete tú a saber a cuántos más- ya se le acelera el corazón al imaginarse con la mano diestra sobre el susodicho, cantando como los de los demás países. Y de ahí, a las gradas, no va nada. Y luego a las calles y las casas.

Entre el tragar del dirigente de IU y el entusiasmo del entorno futbolero, acaba de venirme a la mente aquel otro afamado himno: "Tú que no quieres / lo que queremos / [...] / Trágala, trágala".

En fin, aquí os dejo un vídeo con el Himno.

¡Huy! Ya me ha pasado lo que ocurriese en Melbourne y en Santiago de Chile.

De fútbol y de antropónimos.

La otra noche disfrutaba yo como un gorrino -perdón: como un cerdo, que ya uno va teniendo una edad- mientras veía lo que el anodino cliché del periodismo deportivo seguramente habrá definido como el severo correctivo que el equipo hispalense infligió al provisional líder de la 1ª división de fútbol. Hacia el final del encuentro, un telespectador advirtió al locutor que el nombre del portero del Sevilla Palop es Andrés y no Andreu, maguer sea éste valenciano y se exprese en lengua vernácula. Ignoro si la partida de bautismo y el registro civil cuadran con uno u otro nombre; pero seguro que el telespectador retenía en su memoria reciente el último programa de Tengo una pregunta para usted. El telespectador y el locutor, por supuesto, quien en los pocos minutos que restaban para la conclusión del partido pasó a aludir al guardameta con su solo primer apellido, rehuyendo así -según él mismo reconoció- la posibilidad de suscitar cualquier polémica.

Y es que andan las aguas ideológicas revueltas y me temo quién sea el pescador político de las ganancias.

Tardaremos en olvidar a la terca señora pucelana que, tras documentarse debida y rigurosamente nada menos que en Internet, con vehemencia se obstinaba en llamar Pérez a Carod, incluso a pesar de éste. Y claro, creó escuela, que, en días posteriores, más de uno y más de dos continuaron empecinados con el Pérez de marras en columnas y tertulias.

Tardaremos también en olvidar a aquel otro -no sé si de Pucela o de Marte- cuya tozudez fue la de traducir, quieras o no, Josep Lluís a José Luis, arguyendo -si tal fuese argumento- que yo no sé catalán. Imagino yo a este señor, por mera probabilidad estadística, aficionado al fútbol y, no siendo persona periférica, por ende, aficionado a la selección española. Me cuesta trabajo creer que al hablar de los seleccionados, junto a los Raúl o Joaquín, se refiera el buen señor a Xavi como Javi, pese a no saber catalán. Por aquí no se nos ocurrirá nunca decir Joaquim, mucho menos Sergi Rams o Andreu Ginesta; pero claro, aquí sabemos hablar castellano además. En fin, ahora que pienso, algunas veleidades sí se dan. Debo reconocer que siento algo de vergüenza ajena cuando Josep Maria Pujal hace resbalar de su boca, ese que ese, algunos "Gonsales" venidos de ultramar -en el último partido, Mark González, jugador bético, por ejemplo-. Pero claro, aquí las razones del desatino son otras: el ínclito purista Pujal, cubre minutos y minutos de retransmisión futbolística con disquisiciones fonéticas acerca de la correcta pronunciación de RijKaard, Krkic, Gudjohnsen o Gaúcho, que no Gaucho -por supuesto, ¡con la rivalidad que hay entre brasileños y argentinos, sólo faltaba que no hiciéramos del diptongo hiato portugués y que al riograndense lo convirtiésemos poco menos que en pampa!-. Qué menos, pues, que adecuar también un González o lo que se tercie al dejo sudamericano.

Hay que tener las cosas un pelín claras, caramba, que tampoco cuesta tanto. Seguro que la vallisoletana de pro acude -como fantaseaba teorizando Boris Izaguirre- con periódica fidelidad a su peluquero Michel, a quien no llamará Miguel, por parecerle más arrabalero. Las famosas pastillas a que me refería yo hace nada en otro artículo lo han sido siempre del doctor Andreu y no del doctor Andrés. Y que yo recuerde, durante tanto tiempo de mandato, el President de la Generalitat nunca fue Colina o Mogote; ni Pujol -así, sonando estridente la jota-; ni siquiera Jorge.

Recuerdo a mis padres y a otros adultos de mi infancia y juventud alegrarse de que el protagonista del wéstern de la sobremesa del sábado fuese Yon Güaine: claro, no sabían inglés. Pero tampoco exclamaban Juan Güaine. Seamos consecuentes; los nombres propios sirven para designar inequívocamente a un individuo de entre el resto de los de su misma especie -lo saben hasta los esitos de 1º-. No los traduzcamos, pues; al menos, no a la ligera. Si Vidal-Cuadras se siente tan cómodo siendo Aleix como Alejo, pues bien; pero otra cosa es ya venir a joder la marrana.

Distinto al de los antropónimos es el caso de los topónimos. En adelante, seguiremos yéndonos a Londres y no a London, a Nueva York y no a New York. Ahora bien, será del todo imposible que, una vez allí, acudamos a un concierto de Jorge Miguel o de Marcos Antonio, por muy londinense que sea el uno y muy neoyorquino que sea el otro. Así nombrados, el autor de Faith y el de Mended más parecen actores de telenovela que cantantes pop.

Con razón hay en España quienes nos llaman polacos: ¡les quedamos tan lejos..! Al menos, yo a ellos sí que los siento lejos. Y náuseas, cuando leo algo como lo que David-Gistau escribió sobre Carod en El Mundo:

Fue oír José Luis y a punto estuvo la cabeza de empezar a darle vueltas sobre los hombros como si se tratara de la niña de El exorcista escupiendo puré de guisante: Mira lo que ha dicho la guarra de esta española.

Conste que nunca he votado ERC.

Alternativa a los radares.

El otro día il mio caro amico Lucio me recordaba, al renegar, las inminentes modificaciones punitivas que se prevén en el código de circulación, para las cuales, la DGT está ya preparándose. Efectivamente, a partir de este otoño los excesos de velocidad grandes pasarán a ser un delito, que podrá ser castigado con privación del derecho de conducir entre 1 y 4 años y prisión de 3 a 6 meses. Todo esto sin olvidar las sanciones económicas y merma de puntos. Por ejemplo, pasar de 200 Km/h en autopista acarreará estas consecuencias. Si es la primera condena y es inferior a 2 años, no se pisa la cárcel, pero a la segunda, sí.

Hoy -lo que son las cosas- buscando con Biel imágenes de señales de tráfico para sus deberes de Educación Vial, hemos dado de narices -fuera mejor decir 'de ojos'- con ésta:

Y claro, uno curiosea luego y averigua que el lugar destacado que esta imagen ocupa en la lista del buscador tiene un sentido claro. La imagen pertenece a una campaña danesa de prevención de accidentes, una campaña, por lo demás, oficial. La reflexión que en seguida me viene es obvia: ¿no los provocarán, más bien?

Por si os apetece, aquí tenéis un vídeo con la noticia, qué vete tú a saber de cuándo es. Por cierto, fíjaos en cómo la rubia ha de gesticular en exceso para que el conductor se dé cuenta de que, en cuanto a redondeces, la que debiera observar es la de la señal de tráfico. He aquí, seguramente, la razón de por qué son sólo ellas y no ellos también quienes van en bolas: las nuestras -redondeces, digo- son de más difícil enfoque visual, esto es, provocarían mayor distracción aún en la mujer al volante.

Segundo 'por cierto' y os dejo: ¿a que a uno le da la impresión de que en cualquier momento entrará en escena Jose Luis López Vázquez?.. O Alfredo Landa o Andrés Pajares o Fernando Esteso o el 'jaimitín' ese italiano, que no sé cómo se llama, o...

Inteligencia y Puntos de interés.

Sabido es que la noticia periodística tiene diversos puntos de interés que la hacen atractiva al lector. El de la actualidad es de obligado cumplimiento, claro, pero además suelen añadírsele otros como el interés humano, la proximidad, la fama, la extrañeza...

Mi capacidad de pasmo debe de ser insaciable, a buen seguro. Acabo de leer un breve emitido desde Washington por la agencia Reuters en el que puede leerse:

Los responsables de la inteligencia (sic) estadounidense que estudian el video [que] Osama Bin Laden [ha] dado a conocer la semana pasada dijeron el lunes que están desconcertados por su nueva barba negra. En las imágenes, su barba era negra y bien recortada, a diferencia de la barba irregular y grisácea de sus apariciones anteriores."No sabemos si está teñida y recortada, o si acaso es real, pero esa es una de las cosas que estamos revisando", dijo el Director Nacional de Inteligencia, Michael McConnell, durante una audiencia de una comisión del Senado.

A la vista salta que la noticia cumple con el requisito de "actualidad" y que posee un carácter de "continuidad" que marca su punto de interés. Ahora bien, no me digan que no le ven el de la extrañeza... Observen, si no, el complejo y certero comentario que el preclaro Director McConell agregó seguidamente:

"La última vez que apareció se veía muy diferente".

Por supuesto, no trato de desautorizar la valía de Reuters (aunque la redacción resulta infame), a fin de cuentas es una agencia de noticias, y cumple con su obligación de informar. Aquí de lo que se trata es del grado de inteligencia que demuestran esos inteligentes señores de la Inteligencia. ¡Cuán pagado de sí mismo no quedaría el señor McConell, ignorante de que sus palabras suenan a cuchufleta! Con todo, he de moderar mi grado de desconfianza; a buen seguro que de aquí a poco la TIA (qué me habrá venido a mí a la cabeza, perdón) la CIA sabrá resolver tan grande enigma y anunciará que la susodicha barba es un postizo y nos dirá precio, fabricante y fecha de caducidad. O no, acaso nos diga, por contra, que es natural, recortada y teñida: código de tonalidad, marca del tinte y longitud de las hojas de la tijera. Quizá incluso hayan barajado la posibilidad de que la barba tintada fuese la larga y grisácea de antaño, que nada se les escapa al escrutinio.

En fin, haga cada cual su propia disquisición. Ahí van las dos barbas, la de 2004 y la actual. Analicen, analicen con rigor y siéntanse ustedes Inteligencia por un día.

 

¿Y de los detergentes..., nos dirán algo? Sin duda, los ha cambiado; el de ropa blanca lava ahora más blanco y el otro le cuida mejor los colores.

¡Malditos profesores! (profesores malditos).

                                

No es que Empar me tenga el seso sorbido; pero, si moderamos el grado, ciertamente me chifla. Hay, entre quienes conozco, quien comparte gusto conmigo y hay también quien ve en ello una debilidad, una ligereza de espíritu.

Da igual; no viene al caso. El hecho es que Empar Moliner, a raíz de unas recientes y desafortunadas declaraciones de nuestro Consejero de Educación, Ernest Maragall, publica en El País un articulito de acertado tono irónico -acertado, digo, porque si no, el asunto es de exabrupto y reniego cuando menos-.

Pongo el enlace y que aproveche:

http://www.elpais.com/articulo/cataluna/Malditos/profesores/elpepuespcat/20070611elpcat_5/Tes

( )

                   

No es la paz; la paz tiene otros símbolos.

Una pipa, por ejemplo (lo aprendimos ya hace tiempo en los western de la sobremesa de los sábados).

Una bandera blanca, también; pero demasiadas veces la asociamos a la rendición (y nada interesa ahora eso).

Cuatro líneas inscritas en un círculo, como la huella de una avecilla fue el símbolo que el movimiento hippie escogió para señalar su clara inclinación por la paz (¡qué enojo sufro cada vez que un alumno lo confunde con el diseño representativo de Mercedes Benz!).

Y por último, la blanca paloma, que en su pico sostiene la ramita de olivo, es, sin duda, el símbolo de la paz reconocido universalmente (Picasso, por ejemplo, supo darle fama artística).    Desde que, en tiempos bíblicos de Noé, esta paloma iniciase su vuelo para comprobar qué tal nos había quedado el mundo tras el asolamiento y el estrago que el diluvio causara, la pobre no ha cesado en su vuelo. Falta nos ha hecho siempre.

Acaso por ello, a veces, como hoy, recurrimos a otros signos y nos acordamos de un lazo azul. Un lazo azul que tristemente habremos de recuperar del pasado reciente, que habremos de lucir luctuosamente en el pecho.

Y nos acordamos de nuestras manos blancas o de nuestras manos negras capaces de construir una muralla desde la playa hasta el monte, desde el monte hasta la playa, bien, allá sobre el horizonte. De nuestras manos negras o de nuestras manos blancas con que saber detener al veneno y al puñal. De nuestras manos, a partir de hoy, de nuevo otra maldita vez, todas blancas.

La mano blanca es el clamor, el 'basta ya'...  No es la paz, pero sí.

Imagine all the people
Living life in peace...

You may say I'm a dreamer
But I'm not the only one
I hope someday you'll join us
And the world will be as one

Esta tarde, Fernando se ha asomado a la ventana y nos ha advertido (recordado) cómo ETA, pues que no ha dejado de ser, no ha dejado de ser miserable. De aquí a nada (ya, de hecho) hemos de volver a ver el incompetente circo político en torno a la miseria.

Dios quiera que me equivoque. You may say I'm a dreamer.