Blogia
A ContraLuz

dEPORTE

Ja la tornem a tenir aquí.

No es una foto de por si acaso no. No es que no confiásemos en traernos la de verdad. Es que a falta de pan, buenas son tortas. Y las ganas nos podían desde buen principio.

Ésta ya es la de verdad. Como buenos catalanes (nada tacaños, que no lo somos; amén que la movida costó su pasta), fuimos prácticos: nos saltamos la enorme cola para fotografiarse con la copa y nos retratamos a su espalda. Total: 2 segunditos. 

Convencidos de que la felicidad la da la vida y convencidos de que en materia futbolística somos los mejores, las monedas fueron para otro menester: volver a Roma, que es lo prescriptivo.

Buen rollo entre aficiones; aunque, la verdad, pocos diablos por las calles: los tenían a todos recluidos. Y, si era ésta una medida de seguridad, ya que era de ellos de los que no se fiaban , ¿por qué a nosotros no nos sirvieron ni una sola birra? 

Llevamos el ambientillo de recorrido turístico por Roma. Del Coliseo al Vaticano, pasando por el Foro (no por el forro, que es por donde pasaron los ingleses), la Fontana di Trevi, la Piazza Spagna, la Piazza del Popolo (en la foto)... 

El guaperas de mi cuñado Jordi y un menda inmortalizados por la ínclita y más guaperas Montse contribuyendo al creciente ambientazo previo al partido. Obsérvese el detalle de la bufanda-talismán: venida directamente de Wembley a Roma. 

Olelé, olalá, ser del Barça és el millor que hi ha!!! Blaugrana al vent, un crit valent, tenim un nom, el sap tothom: Barça, Barça, Barça!!! Campeooooones, campeooooones, oeoeoé!!! 

Recién llegaditos de La Habana, monsieur Partagás y monsieur Cohibas para celebrar que los leones se comieron a los cristianos, por muy ronaldos que éstos fuesen.

El primer ja és a la butxaca.

El primer ja és a la butxaca.

Lloret de Mar, anoche.

Determinismo geográfico-culé.

Siempre he llevado Iniesta en el corazón:

Ahora llevo un segundo Iniesta:

 

Soy el primer catalán de mi familia. Mi hermano mayor, mis padres, tíos, primos, abuelos... Todos iniestenses, de Iniesta (Cuenca), a excepción de mi abuelo paterno Miguel. ¿Que de dónde era? Albaceteño, de Fuentealbilla.

Váyan imaginándose mi minuto 93.

2 - 6

2 - 6

Amsterdam es una ciudad encantadora, aunque el adjetivo no sea a mi conveniencia, pues me otorga el papel de sierpe encestada. Con todo, sus encantos han de quedar acaso para posibles líneas futuras. De lo que aquí quiero hablar, y la falta de tiempo ha impedido hasta este breve respiro que me permito, es de fútbol. ¡Joder, que uno es culé hasta la medula y no hay más hostias!

Me explico. No es que la ciudad holandesa sea churra y el balompédico oficio, merina; ni viceversa. Sucede que el Real Madrid - Barça me pilló en sus calles, o en sus canales, que en Amsterdam es decir lo mismo.

Tres noches con sus días dan para conocer suficientemente los tesoros paisajísticos y culturales que guarda la ciudad. Por ello, no es lujo haberse reservado un par de horas futboleras, máxime y a toro pasado, habida cuenta de cómo se desarrolló el partido y, sobre todo, del marcador final.

A las 19.30 h. del sábado, Montse y yo abandonábamos religiosa y momentáneamente nuestro callejero deambular para dirigir nuestros pasos hacia los siete televisores, inclusa una pantalla gigante, que nos aguardaban en un bar de una calle aledaña del barrio rojo.

No sé exactamente qué gol o qué jarra de cerveza en la acumulación de unos y otras sería el o la que dio con nosotros de pie en los taburetes junto a la barra desgañitándonos con el himno del Barça a través de nuestras insuficientes cuerdas vocales. Más bien sería la acumulación de acumulaciones. Tampoco estoy seguro de si fue la animación que dimos al bar o la euforia que se adueñó de nuestros rostros o, de nuevo, todo ello a una, lo que puso la guinda a la que por siempre ha de ser inolvidable velada: el camarero hizo surgir de los altavoces el We are the champions, de The Queen. ¡Qué gesto tan majo, majete! La proliferación de [χ] fue de su agrado, pero a buen seguro no entendió qué le decíamos, sino acaso por nuestras miradas sorprendidas y cómplices.

Me apresuro a publicar estas líneas —pido perdón, si errores conllevan—, pues mañana —esta noche, de hecho— la noticia futbolística, la noticia culé, será ya otra. Espero que del mismo signo.

En fin.

Podemos.

Podemos.

Recuerdo el pesimista descreimiento con que no hace muchos días empezaba toda esta martingala social del europeo balompedístico. Que España no pasa de cuartos era la idea que tenía en mente cualquier hijo de vecino, fuera hincha o periodista deportivo. Los cuartos eran algo así como el hado fatal que siempre se cierne inexorable sobre el héroe trágico.

Pero, claro, esto del fútbol no es ni remótamente una tragedia griega; tiene más de circo romano, ahora que el pan se nos pone tan caro. En fin, visto lo visto, es decir, cómo el oráculo no es infalible, la semifinal contra Rusia estaba, ya a priori, poco menos que chupada, máxime considerando que a los rusos ya se les había endosado un inaugural 4 -1.

Pues sí, así había de ser y así ha sido: 3 golitos más y derechitos a la final. Ahora sólo cabe esperar que aquella ingeniosa definición que del fútbol diese Gary Lineker no se ajuste a verdad. Dijo Garygol: "El fútbol es un juego de once contra once y, al final, gana Alemania".

Bueno, veremos..., que, de momento, a base de tanto podemos maltratador de tímpanos y azote de cerebros, parece ser que vamos pudiendo. Y da igual que sea con la camiseta roja, con la blanca o con la amarilla. Perdón: dorada; lo de gualda parece no habérseles pasado por la cabeza a los de la mercadotecnia de Adidas —aunque a mí se me antoja mostaza, la verdad—.

Acabo ya —no da para tanto el fútbol, si no es en cuanto a victorias culés o derrotas merengues—. Un pronóstico para el domingo: Alemania 1 - Podemos 2. Y tiempo habrá de apercibirse de que esto del balompié no nos resuelve la vida. Nunca han sido lícitas las martingalas.